Edomex y Coahuila a primera vista

Ricardo Monreal Ávila

  • Para el PRI, ganar el Edomex y Coahuila es un asunto de sobrevivencia básica. Junto con Durango, son las únicas gubernaturas que le quedan.

La elección de las gubernaturas del Estado de México y Coahuila representa, como nunca, la antesala de la gran contienda electoral del 2024.

El calificativo “gran” no es solo por la dimensión cuantitativa. Por primera vez en la historia electoral del país, concurren en el mismo domingo elecciones de titular de la Presidencia de la República, nueve gubernaturas, la totalidad de integrantes de las Cámaras de Senadores y Diputados, 31 congresos locales (1088 legisladores), 1580 ayuntamientos, 16 alcaldías de la CDMX y 24 juntas municipales. Es decir, tendremos más de 13000 candidatas y candidatos que se estarán disputando 3346 cargos de elección popular (un promedio de cuatro competidores por cargo).

También será la “gran contienda” por el lado cualitativo. Estará en disputa, como nunca antes, el tipo de proyecto de nación que se quiere para el país: si continúa la 4T o si se reemplazan el gobierno y las políticas públicas que actualmente predominan. Desde este momento se encuentra tan polarizada la contienda, que no se ve espacio para una tercera opción o alternativa. Es más, ni siquiera se vislumbra ánimo entre la ciudadanía o en el imaginario colectivo para una “tercera vía” que enfrente a los transformadores de hoy o a los conservadores de ayer.

El Estado de México, por el tamaño de su padrón electoral, por la diversidad de regiones que lo conforman y por los grupos de poder que participan, tradicionalmente ha sido considerado el laboratorio de la elección presidencial. Hace seis años, allí irrumpió con fuerza la candidata Delfina Gómez Álvarez, al frente de MORENA-PT, arrasando en los municipios de la zona norte y oriente del Valle de México, pero siendo neutralizada en las zonas rurales y en el poniente del estado, así como por la alianza del PRI con el Verde. Este último partido aportó buena parte de los votos que hicieron la diferencia a favor del actual gobernador Alfredo del Mazo.

Un año después, en la elección presidencial de 2018, el Estado de México sería una de las entidades que más contribuirían al tsunami de votos a favor de Andrés Manuel López Obrador.

Para la presente elección, Delfina y MORENA lucen bien posicionados. Además del PT, el Verde se suma a la coalición y hay una vigilancia mayor sobre las probables acciones fraudulentas que PRI-PAN-PRD puedan tratar de instrumentar. Los números marchan bien para la maestra Gómez, pero sería un error confiarse frente a la legendaria maquinaria tricolor mexiquense que, con base en buenas artes y viejas mañas, el día de la elección, el famoso “Día D”, logra revertir hasta con 10 puntos la ventaja de sus adversarios.

Para el PRI, ganar esta elección y la de Coahuila es un asunto de sobrevivencia básica. Junto con Durango, son las únicas gubernaturas que le quedan, y está haciendo todo lo posible para retenerlas.

En Coahuila tenemos un escenario diferente al del Edomex. La división de MORENA, al no ir en alianza con el Verde y el PT, y que tres de los cuatro contendientes se presenten como simpatizantes y promotores de la 4T (Armando Guadiana, Ricardo Mejía y Lenin Pérez) hacen que la simpatía por el presidente AMLO y el voto morenista pierdan torque y fuerza de arranque. En cambio, los de enfrente no solo lograron configurar una alianza amplia, PRI-PAN-PRD, sino que tienen al Gobierno del estado de su lado y a su servicio.

Aun así, Armando Guadiana y MORENA pueden ganar, si cohesionan el hartazgo contra el PRI de Coahuila y si unifican lo que nunca debió haberse dividido: el arrastre del lopezobradorismo y la 4T.

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