En 1968 a la hora del recreo el juego recurrente en la primaria en qué estudié era «ahí vienen los estudiantes».
Los más gandallas correteaban por el patio a la multitud, y si alcanzaban alguna niña le jalaban la trenza.
A los varones nos jaloneaban y metían una o dos patadas.
La mayoría gritábamos al correr: «Muera Cueto», jefe entonces de la policía capitalina.
Dos o tres años después, mediante perifoneo exhortaban a los padres de familia a no dejar salir solos a sus hijos y no permitir que se les vacunara.
Los adultos comentaban entre si que el gobierno echeverrista esterilizaba a los menores.
Años más tarde entendí lo que es el rumor.
Cómo la ignorancia, el resentimiento social y la estupidez son caldo de cultivo para diseminar el temor en capas de la sociedad.
En la primaria jugábamos «a los estudiantes» porque escuchábamos a nuestros padres hablar al merendar del movimiento estudiantil y a veces en el salón de clases la consigna de brigadistas.
Ya en bachillerato supe la existencia de grupos ultraderechistas que veían en las loqueras echeverristas un peligro socialista.
Hoy la ignorancia y fanatismo ha provocado hordas imbéciles que usando las «benditas redes sociales» difuminan algo que rebasa la pendejez.
Que si AMLO pretende instaurar el socialismo.
Que si la Guardia Nacional está integrada por centroamericanos.
Que si en Chihuahua se inicia una guerra civil.
Que si el Ejército tomó por asalto la Catedral Metropolitana.
Que si…
En fin una sarta de sandeces que no su abuela cree a esas comadrejas prófugas de la razón.
Podemos diferir de la forma de gobernar, pero hay formas para debatir sin generar odio ni divisiones.
Hay que hacer el esfuerzo y tratar de pensar un poco.